Este domingo, en EL MUNDO, he publicado un Gran Angular, un texto muy largo sobre las débiles bases del europeísmo español. Lo podéis encontrar, en la versión Premium, aquí: España: del europeísmo naif a la amenaza euroescéptica.
Una versión no tan completa, pero casi, en un link de Orbyt.
Encantado de discutir sobre el tema si quieren comentarlo.
La tesis principal es que tenemos un europeísmo claro, comprometido y genuino, pero tan indiscutible como indiscutido. Es ingenuo, inocente y hasta “beato, como le gusta destacar a Josep Borrell . Y es un problema. Nunca ha habido en nuestro país fuerzas o discursos eurófobos, pero no hay ninguna razón para que no pueda haberlo. La austeridad, el ‘caso Puigdemont’ o la pasividad ante otras crisis pueden incubarlos. La falta de debate, críticas y conocimiento sobre la UE han tejido un sentimiento europeísta amplio pero débil que puede quebrarse ante un ‘shock’ potente
“La idea europea alcanza entre nosotros carácter de mito salvador”, decía el ex ministro Fernando Morán, fallecido hace unos días, y sigue siendo válido. Porque ‘Spain is not different’.
Europa ha sido la solución a muchos problemas, pero no a todos. Es también fuente de crisis, de decepciones, de fracasos, y no hay nada malo en reconocerlo, explicarlo y contextualizarlo. Pero nos da miedo. O nos parece impensable. Seguimos viendo la Unión en términos simples, distantes. Fuente de Fondos de Cohesión, ayuda a la agricultura, pagadores de obras públicas. Y esperamos muchísimo de ella, como que solucione todo lo que a nivel doméstico falla. Y por eso cuando hay decepciones, sobrerreaccionamos.
En nuestro país no hay antieuropeísmo pero no hay ninguna razón para pensar que no vaya a haberlo. Spain is not different. No hay inoculacion, milagro. No ha pasado, pero puede llegar y no hay bases sólidas para frenarlo porque no hay debate, posición crítica, grises.
Ante otra deriva del Procés o la euroorden de Puigdemont, una nueva recesión, o cuando disminuyan los Fondos de Cohesión o el presupuesto para la PAC. Si Europa ha sido principalmente para los españoles una fuente de dinero y bienestar y los euros dejan de llegar, ¿qué es Europa entonces?
La ausencia de un debate profundo, maduro y crítico sobre la UE, la construcción, las instituciones, las ambiciones, es sangrante. En nuestro entorno, la discusión existe. A veces en términos razonables y otras muchas no, pero los ciudadanos conocen posturas que aquí ignoramos.
Igualmente, al no haber debate, se mete en un mismo saco a todos los que tienen opiniones que se alejan de la convención, equiparando a partidos o voces extremistas con quienes simplemente aspiran a menos integración o añoran los tiempos del mercado único y poco más. Decía esta semana Pedro Sánchez en Bruselas que los autodenominados Frugales nórdicos presentaban la pelea Presupuestaria de la UE asociando las políticas antiguas (PAC o Cohesión) como algo malo y las nuevas (cambio climático, innovación) como buenas. Aquí hacemos algo muy similar y peligroso con la visión de la UE, dando por hecho que la única vía aceptable es una Unión cada vez más fuerte y marginando y despreciando posiciones escépticas sobre el ritmo o el destino. Como si sólo hubiera un europeismo bueno. Y eso empuja al que discrepa hacia el extremo y lo arrincona.
La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, cogió el asunto por los cuernos esta semana en el Congreso: “No somos eurobeatos, somos euroconvencidos”, afirmó. A ver si esto lo tomamos en serio. Si no, como dicen varios expertos en el artículo, el primer partido que politice la UE se puede llevar un premio inesperado.